El consumo de líquidos es tan importante tanto a la hora de ejercitarnos como en nuestro día a día, y es que cuando la hidratación es insuficiente no sólo se ve afectado nuestro rendimiento, sino que puede conllevar consecuencias más peligrosas.
Y aunque se le dé especial importancia durante la época estival debido al aumento de las temperaturas, es igual de necesario hidratarnos durante el resto del año. Aproximadamente un 60% de nuestro cuerpo está compuesto por agua, y son los nutrientes minerales que nos aporta precisamente lo que tenemos que reponer, sea cual sea la estación del año.
¿Qué consecuencias puede suponer una mala hidratación?
- Si el agua en nuestro organismo no es la suficiente, nuestro torrente sanguíneo también se ve disminuido, de forma que se reduce la presión arterial provocando un aumento del trabajo del corazón al tratar de compensar esa deshidratación. Y esto desemboca en una reducción de la capacidad de acción y por tanto de nuestro rendimiento.
- La pérdida de agua y por tanto un aumento de la deshidratación afecta directamente a nuestra función termorreguladora. Esto implica que nuestro cuerpo pierde la capacidad de disipar el calor reduciendo la sudoración y provocando una disminución de nuestro rendimiento al aparecer la sensación de fatiga.
Si lo calculamos en porcentaje de pérdida de agua, las consecuencias pueden ser las siguientes:
- Cuando perdemos un 2% del agua corporal nuestro rendimiento comienza a verse afectado y la sensación de fatiga aumenta.
- Si el porcentaje de agua perdido es del 3%, la capacidad de contracción muscular se reduce suponiendo una caída brusca en el rendimiento y pudiendo afectar notablemente a la efectividad del ejercicio.
- Con pérdidas del 6 u 8% de agua en el cuerpo se corre grave riesgo de sufrir un golpe de calor, calambres y síncope causado por el aumento significativo de la temperatura corporal.
Pero, ¿cuánta agua hay que beber al día para estar bien hidratado?
Pues bien, no hay una cantidad exacta de vasos de agua que debamos beber, aunque entre 1,5 litros y 2 litros al día suele ser el requerimiento habitual (más un extra los días en que practiquemos deporte). En primer lugar debemos de ser conscientes de cuándo estamos sedientos, porque ese es el momento en que nuestro cerebro nos está advirtiendo de que necesitamos hidratarnos. Y esto no siempre es fácil de determinar cuando el ritmo de vida nos supera, no siempre tenemos sed aunque estemos necesitando beber.
Además, la mayor parte del agua que ingerimos suele provenir de infusiones, café, té… Así como de los alimentos ricos en agua como frutas y verduras. Por ello, lo ideal es llevar una alimentación sana rica en materias primas frescas, asociada al agua y bebidas saludables.
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